Cuentan que la reunión comenzó el sábado en horas de la tarde y se prolongó hasta
casi la medianoche, asadito incluido. Las cuatro posturas de otros tantos comensales
eran diferentes en cuanto a las acciones a llevar a cabo pero tenían como común
denominador algunos puntos: cederlo gratuitamente al mandamás de la Unión Cívica
Radical local al macrismo, no separarlo de lo que más ama, que es la billetera de
Mauricio, que devuelva la ficha partidaria (si es que la tiene todavía) y levantarle un
monumento en Ipizca, con la típica pose de un pescador caña en mano. Uno de los
asistentes, dejando una costilla de lado, golpeó la mesa con tanta fuerza que no pudo
contener la bronca por el dolor en sus nudillos y dejó escapar el consabido lamento
(¡la pqlp!), para expresar de manera categórica: “¡o le paramos el carro ahora, o no lo
paramos más!”. Es que las candidaturas para el año que viene, especialmente en lo
que tiene que ver con los cargos de legisladores en el Congreso de la Nación, ya
comenzaron a hacer cosquillas y hay dos exgobernadores radicales que con sus
silencios lanzaron la campaña. Uno en especial: dijo días pasados, a modo de
introito, que “en política hay que tener códigos” (por favor, no se rían) para rematarla
con un verdadero monumento al caradura: “Yo sigo siendo candidato porque la gente
me lo pide”, dejando entrever que casi lo obligan a aceptar todas y cada una de las
candidaturas que vienen desde el siglo pasado. ¡Es la mentira más grande que se
conozca en política! No se recuerda un clamor popular en favor del señor de los
“códigos en política”. Jamás vimos una multitud reclamando por el amo, salvo –claro
está- el ruego de los eternos reelectos en Diputados, que hasta se animan a gritar
“¡la vida por Oscar!”.
Volviendo a la reunión del sábado en la zona alta de la Capital, uno de los
contertulios que había estado callado en toda la noche, se despachó con algo que
había escrito: “La UCR tiene que entrar en una cuarentena urgente respecto de dos
personas, por tiempo indeterminado y hasta que pasen las elecciones legislativas
nacionales de 2021. Uno (Oscar), debe mantener un distanciamiento de diez mil
quinientos metros de la sede radical más cercana; el otro (Eduardo) deberá mantener
un distanciamiento partidario de cinco mil metros del comité más cercano”.
Los cuatro se miraron asombrados. Uno, bastante animado, propuso: “además, hagamos un
documento y los firmamos todos los radicales, ¿les parece? Les exigimos a los dos
vivarachos que abandonen toda idea de reelección a la diputación y a la senaduría”.
El que estaba al lado, sacó el celular del bolsillo, discó el número de Alejandro Páez y
lo puso al tanto de lo resuelto, preguntándole “¿vos firmarías?”. La respuesta del
“presidente” de la UCR (¿sigue en el cargo?) fue: “Con todo gusto…pero no tengo
lapicera”. Así están las cosas en el radicalismo catamarqueño. El dueño del partido
(algo aceptado por todos, devenidos en cómplices por tan ensordecedor silencio)
reapareció desde Ipizca con algunos chistes que por ahora lo colocan en el podio de
los chistosos preferidos del próximo Poncho. La vida le ríe y canta. Ahora bien: si los
radicales le permiten ser el amo, allá ellos. Lo que no podemos permitir los
catamarqueños es que este señor use el nombre de Catamarca para sus payasadas
políticas, a las que les sacó bien el jugo hasta convertirse en millonario.
Y que no se olvide: todavía seguimos esperando que rinda cuentas sobre lo que hizo en favor de
Catamarca en casi cuatro décadas de mamar de la teta del Estado (¿esto también se
aplaude?). Hasta aquí llegamos, por ahora. El vecino tiene la radio a todo volumen y
pareciera querer asociarse al escrito: Palito Ortega desentona a todo trapo “ya todos
saben que vos sos un caradura…”. No será entonado, pero se hace entender el
tucumano.
El Esquiú – Kelo Molas