Allá por 2009, un grupo de chicos del barrio Hipódromo tenía el sueño de lanzarse a una actividad artística que al mismo tiempo sirviera para unir a los vecinos, y el gran proyecto era armar una murga.
Compartir la alegría de la música y la danza, aprender los ritmos, trabajar en conjunto, era la mayor motivación, para ofrecer a la barriada una oportunidad de recrearse sanamente.
Encontraron entonces una primera dificultad, que parecía insalvable, y era el costo de los instrumentos, la mayoría de ellos de percusión.
Acudieron en aquel momento a quien era vicegobernadora de la provincia, Lucía Corpacci, para plantearle la posibilidad de que gestionara los costosos instrumentos y los cediera para crear la murga barrial.
Como tantos otros pedidos de los vecinos, los chicos -que tenían aproximadamente entre 9 y 12 años- tuvieron eco favorable en quien por entonces presidía la Cámara de Senadores.
Corpacci gestionó ante el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y se ocupó de que tambores y tamboriles flamantes llegaran al barrio Hipódromo de la ciudad Capital.
Los chicos empezaron a practicar y con el tiempo formaron un reconocido grupo artístico, que participó de innumerables actos y fiestas populares.
Pasó el tiempo, el “equipamiento” murguero sufró el natural desgaste por el uso a través de toda una década, y aquellos chicos crecieron y son hoy un grupo de muchachos veinteañeros.
Pero el espíritu vecinal está intacto, la amistad y el entusiasmo también; por lo que decidieron relanzar la murga.
Ahora, con ayuda del vicepresidente de la Cámara de Diputados, Armando López Rodríguez, trabajan para recuperar los instrumentos, y ya todos están ansiosos por la nueva presentación de esta renovada etapa.